BREVE HISTORIA DEL INSTITUTO DE CRÉDITO TERRITORIAL Y DEL BANCO CENTRAL HIPOTECARIO EN COLOMBIA

INSTITUTO DE CRÉDITO TERRITORIAL Y BANCO CENTRAL HIPOTECARIO



La historia olvidada de la arquitectura en Colombia: la vivienda rural y la modernización durante la República Liberal, por Susana Romero Sánchez

Imágenes de la Revista Dearq




Fotografía del después de la construcción de una vivienda campesina en Suesca (Cundinamarca), en 1941. Nótese que los arquitectos que dirigieron la obra, quienes posan al frente de la nueva casa, eran Jorge Gaitán Cortés y Jaime Nieto Cano, quienes, al igual que Vargas Rubiano, consolidaron carreras muy importantes como arquitectos modernos desde finales de los años cuarenta. Fuente: El Mes Financiero y Económico, n.º 47 (abril de 1941), 20.  Publicado el 04 de enero, 2022

 

Este artículo de Susana Romero Sánchez fue publicado originalmente con el título "La historia olvidada de la arquitectura en Colombia: la vivienda rural y la modernización durante la República Liberal" en el número 29 de la revista Dearq el 01 de enero de 2021 (DOI: https://doi.org/10.18389/dearq29.2021.04).

El artículo analiza la “campaña por el mejoramiento de la vivienda campesina”[1], puesta en marcha por el Instituto de Crédito Territorial durante la República Liberal (1930-1946). En contraste con las narrativas tradicionales sobre la arquitectura moderna en Colombia, que ignoran los experimentos en arquitectura rural o los consideran parte de una prehistoria, aquí se muestra que la vivienda campesina influyó en el posterior desarrollo de la vivienda social moderna. El artículo argumenta que la campaña de vivienda rural era un elemento central de una noción de lo moderno en Colombia, que se basaba en el próspero mediano propietario campesino.

A diferencia de enfoques previos que asociaban la modernidad únicamente con la urbanización, Romero argumenta que esta campaña fue clave en el desarrollo de la arquitectura moderna y la vivienda social en el país. La iniciativa buscaba modernizar el campo a través de la construcción de viviendas rurales, fortaleciendo a los pequeños propietarios y anclando la población rural a sus tierras. Esta intervención pretendía aliviar tensiones sociales y contribuir a una nación moderna, pero predominantemente rural. Aunque con limitaciones, el ICT sentó bases técnicas y sociales que impactaron la política de vivienda social futura en Colombia, demostrando que el desarrollo arquitectónico moderno incluyó esfuerzos en el ámbito rural y no solo en entornos urbanos.



En el artículo se destacan varias personas clave que lideraron distintas etapas y aspectos de la modernización y la campaña de vivienda rural en Colombia durante la República Liberal:

Eduardo Santos, presidente y Carlos Lleras Restrepo: ministro de Hacienda y fundadores del Instituto de Crédito Territorial (ICT). Protagonistas centrales en la creación del ICT en 1939, viendo en la construcción de viviendas rurales una estrategia para modernizar y desarrollar el campo, y promoviendo el acceso a la propiedad rural para consolidar una clase media campesina. 

Luis López de Mesa: ministro de Educación del gobierno de Alfonso López Pumarejo (1934-1938). López de Mesa impulsó el programa de "Cultura Aldeana" para promover la "cultura campesina" y educación en zonas rurales. Bajo su dirección, se crearon publicaciones educativas como la cartilla Arquitectura aldeana y rural de Gonzalo Restrepo Álvarez, que enseñaba técnicas constructivas a campesinos.

Gonzalo Restrepo Álvarez: Arquitecto antioqueño y autor de la cartilla Arquitectura aldeana y rural. Su obra sirvió para educar a los campesinos en la construcción de viviendas técnicas y fue una de las primeras intervenciones en la modernización del ambiente rural.

Roberto Ancizar Sordo: Arquitecto que colaboró con Restrepo Álvarez en el diseño de la “aldea jardín” en la Colonia Agrícola de Sumapaz. Su proyecto fue una propuesta de planificación rural inspirada en el modelo de la "ciudad jardín" de Ebenezer Howard, destinada a mejorar la vida en el campo y fomentar el asentamiento de campesinos.

Hernando Vargas Rubiano: Arquitecto supervisor del ICT, que experimentó con materiales innovadores como el terraconcreto, un material económico y duradero que aprendió a usar tras un entrenamiento en Estados Unidos. Sus experimentos contribuyeron al desarrollo de técnicas de construcción que se usarían en viviendas rurales de bajo costo.

Alberto Wills Ferro y Gustavo Maldonado: Arquitecto e ingeniero que desarrollaron la Cartilla de construcciones rurales para el ICT. Esta cartilla estandarizó diseños y técnicas para la construcción de viviendas rurales, facilitando la autoconstrucción y adaptación a las necesidades locales.

Cada uno de estos líderes jugó un papel fundamental en la consolidación de políticas de vivienda rural, conectando la arquitectura con la modernización y transformación social en Colombia,

 

Una nación campesina y moderna

Este artículo cuenta la historia de un episodio olvidado —o, incluso, tomado con indiferencia— de la arquitectura en Colombia: la vivienda campesina. Frecuentemente, esta se asocia con las construcciones vernáculas que caracterizan a los asentamientos rurales, es decir, casas fabricadas con materiales obtenidos localmente como el bahareque y la guadua, techos de paja y, en algunas ocasiones, estructuras rudimentarias e inseguras. Pues bien, la historia a la que este texto se refiere se vincula con los esfuerzos del Estado colombiano para transformar de modo sustancial el ambiente construido en ciertas áreas rurales, a través de una campaña de vivienda campesina que remplazaría esas estructuras rudimentarias, frágiles e “inadecuadas” con casas construidas “técnicamente”. En específico, este artículo se centra en los intercambios de ideas y propuestas que originaron “una campaña por el mejoramiento de la vivienda rural” a cargo del Instituto de Crédito Territorial (ICT), la agencia de crédito y construcción de vivienda social del Estado, creada en 1939. Los arquitectos, por supuesto, intervinieron activamente en estas discusiones y programas.

La historia de la campaña por el mejoramiento de la vivienda campesina revela aspectos centrales sobre las estrategias de modernización del Estado y sugiere que esta produjo consecuencias muy importantes en el desarrollo de la vivienda social en Colombia y de la arquitectura moderna, de manera más amplia[2]. En efecto, la vivienda campesina fue una preocupación primordial del Estado durante la década de 1930, por muy buenas razones y todas relacionadas con las políticas de modernización. En memorandos y reportes oficiales, revistas y periódicos, debates en el Congreso y otras publicaciones, intelectuales y reformistas (como Luis López de Mesa, filósofo de la educación; el ingeniero Alejandro López, y el médico higienista Luis Patiño Camargo), altos funcionarios estatales (como Carlos Lleras Restrepo, ministro de Hacienda y fundador del ICT), banqueros (como Julio Lleras Acosta, tío de Carlos Lleras Restrepo, gerente y fundador del Banco Central Hipotecario) y empresarios (como Mariano Ospina Pérez, el cerebro detrás de la creación de la Federación Nacional de Cafeteros) discutieron el significado de la modernización y las maneras mediante las cuales Colombia podía convertirse en un país moderno. Con propuestas sobre planeación y diseño, los arquitectos contribuyeron a que estos intelectuales, reformistas y altos funcionarios consideraran la vivienda una estrategia fundamental para modernizar el país.

Aunque parezca contradictorio, estos personajes consideraban que Colombia podía ser un país moderno, a pesar de ser sobre todo rural. El concepto de modernización implicaba la posibilidad de romper con el pasado mediante un proyecto político de Estado. Los encargados de diseñar ese proyecto político durante la República Liberal (1930-1946) explícitamente consideraban que Colombia era “ante todo su campo[3] y, firmemente, creían que podían consolidar una nación moderna y rural. Estos modernizadores entendían que el país en ese entonces era en su mayoría agrario y que la más importante fuente de riqueza era la producción cafetera —en últimas, la caficultura había transformado al país durante las primeras décadas del siglo XX—. Por lo tanto, durante los años treinta, modernizar no significaba (aún) urbanizar e industrializar. En Colombia, de acuerdo con los modernizadores, la ruptura sustancial con el pasado no se realizaría mediante la expansión de la industria y la proletarización de los campesinos en las ciudades; el país rompería con el pasado estableciendo la presencia del Estado nacional en zonas rurales donde estaba ausente y transformando condiciones como la pobreza, el analfabetismo o la insalubridad, las cuales a lo largo de su historia habían impedido la materialización del sujeto nacional ideal: el mediano, próspero, mestizo, propietario rural. Para ello era necesario solucionar los conflictos sociales sobre la tierra que se vivían en varias regiones del país, anclando la población rural al campo, promoviendo la economía agraria y consolidando una dinámica clase campesina.[4]

 

¿Una prehistoria de la modernización?

La idea de que una sociedad predominantemente rural podía ser moderna cuestiona las narrativas tradicionales sobre la modernización y lo moderno en Latinoamérica. Con frecuencia se asume que los latinoamericanos adoptaban acríticamente las ideas sobre modernidad que provenían de Europa y de Estados Unidos, sin considerar las condiciones reales de las sociedades en las cuales esas ideas se materializarían. Esto no significa que los colombianos pensaran en la modernización en desconexión con el resto del mundo[5]. Del mismo modo, que en los años treinta el campo fuera el motor de la modernización en Colombia no indicaba que la urbanización y la situación social en las ciudades no generaran preocupación y que los gobiernos municipales y sus élites no intervinieran en la realidad urbana. En últimas, fue en respuesta a la necesidad de procurar el “embellecimiento” de Bogotá y regular su crecimiento que los liberales contrataron a Karl Brunner —un europeo— como director del Departamento de Urbanismo de la municipalidad, a finales de 1933. Sin embargo, con la creación del ICT como una agencia de crédito y construcción de vivienda rural, el Estado colombiano introdujo el asunto de la construcción de vivienda como una estrategia nacional de modernización a través de la planeación rural, no urbana.

Un análisis de la vivienda rural que privilegie el contexto histórico en el cual se creó el ICT, examinando a fondo sus fundamentos y objetivos, revela que la historia de la vivienda campesina no es un evento desconectado de la historia de la vivienda moderna en Colombia. De manera más general, entender las políticas de vivienda campesina en el contexto de la larga historia de la modernización en Colombia muestra que la década de 1930 no fue un periodo “premodernizante” o de transición hacia el Estado desarrollista que se consolidó hacia finales de la década de 1940 —uno que efectivamente privilegiaba la industrialización y la urbanización ordenada como ideales de lo moderno—. Durante la década de 1930, el Estado colombiano ya era modernizante y desarrollista, pero el significado de lo moderno era espacialmente diferente, ya que se centraba en el campo y no en las ciudades.

Por supuesto, las ideas sobre lo moderno y la modernización de la primera mitad del siglo XX en Colombia tenían raíces en procesos anteriores definidos por la compleja relación entre lo urbano y lo rural. Al igual que en otros países latinoamericanos, las políticas de modernización en Colombia durante el siglo XIX buscaban expandir la agricultura comercial y establecer un mayor control político sobre la dispersa población rural. En ese sentido, aunque los mayores beneficiarios de ese tipo de progreso fueron comerciantes y especuladores urbanos —de hecho, las ciudades de la Belle Epoque de finales de siglo se consolidaron gracias a la expansión agrícola y comercial—, transformar el campo era un requisito para alcanzar el anhelado “progreso”. Bajo lemas como “gobernar es poblar”, los gobiernos latinoamericanos buscaron transformar el campo con políticas de colonización de tierras e inmigración[6]. En Colombia, a diferencia de otros países, la colonización de tierras condujo, en ciertas regiones, a la formación de un campesinado nativo, mestizo e independiente, el cual impulsó el capitalismo agrario de finales de siglo. En especial, dicho productor rural independiente fue el eje de la mayor expansión económica que el país había experimentado hasta entonces: el auge cafetero[7].

El proyecto modernizador de la República Liberal buscaba reproducir el modelo ideal del pequeño propietario cafetero (un campesino independiente, mestizo y próspero) de las montañas occidentales del país, desconociendo la enorme diversidad social y espacial del campo colombiano. La ruptura con el proyecto decimonónico consistía en reconocer las consecuencias negativas del capitalismo agrario, corregir las falencias estatales y fortalecer al sujeto campesino. En este contexto, la vivienda campesina se convirtió en una herramienta central del desarrollismo impulsado durante la República Liberal.

Sin embargo, para los historiadores de la arquitectura en Colombia, la década de 1930 es una “prehistoria” o una etapa de transición hacia la consolidación de la arquitectura moderna. Es el tiempo durante la cual el ejercicio de la arquitectura se institucionaliza con la creación de la Facultad de Arquitectura en la Universidad Nacional, la formación de la Sociedad Colombiana de Arquitectos y la centralización en el Ministerio de Obras Públicas de la mayor parte de la actividad constructora del Estado. Es cuando los primeros signos de funcionalismo se dejan ver en medio de una experimentación estilística que mezclaba estilos importados con propuestas orgánicas[8]. En cuanto a la historiografía sobre vivienda social, esta le ha puesto muy poca atención a los programas de vivienda rural, por considerarlos la prehistoria de los programas masivos y urbanizadores.

De acuerdo con la historiografía tradicional en arquitectura, durante los años treinta el Estado todavía no había adoptado plenamente los principios modernos sobre la vivienda (urbana), ya que los procesos de urbanización e industrialización eran incipientes en el país. Estas interpretaciones definen a la campaña de vivienda campesina como parte de una etapa “higienista” e incipiente de la política de vivienda social[9]. Por lo tanto, las narrativas tradicionales sobre la arquitectura moderna en Colombia, muy enfocadas en las propuestas formales y urbanas, han olvidado la importancia de la producción arquitectónica durante la República Liberal, en particular las discusiones sobre la vivienda campesina, considerándolas manifestaciones de una época de transición hacia la consolidación de la arquitectura moderna. Sin embargo, estas narrativas separan el ejercicio de la arquitectura de su contexto político, económico y social, al desconocer que hacia la década de 1930 en Colombia ya existía un proyecto de desarrollo fundamentalmente moderno.

 

Planeación rural

La narrativa tradicional sobre la historia de la arquitectura en Colombia ha entendido la relación entre arquitectura y modernización como si la modernización política, económica y social fuera simplemente el contexto donde se desenvuelve la práctica de la arquitectura. En este sentido, según esta narrativa, el desarrollo de la arquitectura se dio de manera paralela a la modernización del país, no en conexión con ella. Pero la relación entre las labores de los arquitectos y las labores de los agentes de modernización del Estado es dialéctica, es decir, así como los proyectos arquitectónicos reflejaban la preeminencia de ciertos ideales políticos y sociales, los arquitectos contribuían a la construcción (literalmente) de esos ideales. En otras palabras, arquitectos y urbanistas eran agentes centrales de los proyectos de modernización social ya que, desde muy temprano, le ofrecieron al Estado una herramienta fundamental para materializarlos: la capacidad de reorganizar el espacio social a través de la planeación y la construcción. Por lo tanto, el análisis de las ideas sobre el ambiente construido y las propuestas sobre cómo transformarlo es fundamental para entender cómo se conceptualizaba lo “moderno” y la modernización en Colombia. Los arquitectos estaban en constante diálogo con altos funcionarios estatales, por medio de propuestas sobre planeación, construcción de infraestructura y vivienda. Tal vez estos proyectos no se hayan realizado, o no hayan funcionado como se esperaba, pero su discusión y elaboración constituyen procesos fundamentales en la historia de la modernización en Colombia.

Las propuestas de los arquitectos sobre estrategias para transformar el campo colombiano en el corazón de un país “moderno” comenzaron a mediados de la década de 1930. Una de estas se plasmó en Arquitectura aldeana y rural, una cartilla de construcciones rurales elaborada por el arquitecto antioqueño Gonzalo Restrepo Álvarez, en 1935. Era parte de la Biblioteca Aldeana o una serie de publicaciones que eventualmente conformaron la colección de bibliotecas rurales que se llevaron algunos municipios como parte del programa de Cultura Aldeana. Este último fue ideado por el ministro de Educación del primer Gobierno de Alfonso López Pumarejo (1934-1938), el antioqueño Luis López de Mesa, para promover la “cultura campesina” y llevar programas educativos a las zonas rurales[10]. En consecuencia, el principal objetivo de la cartilla era educar: propagar entre constructores artesanales, propietarios y trabajadores rurales nociones fundamentales sobre materiales, estructuras y técnicas de construcción. Para este fin, Restrepo Álvarez elaboró una cartilla sencilla e ilustrativa con indicaciones sobre cómo escoger el mejor suelo, preparar el terreno para sentar las bases de la construcción, levantar la estructura y seleccionar materiales.[11]

Una primera mirada a la cartilla sugiere que la principal preocupación que animaba su publicación, y la necesidad de mejorar la vivienda en el campo, era la solución de los problemas de higiene. Por ejemplo, uno de los capítulos explicaba métodos detallados para construir letrinas y baños, mecanismos para manejar residuos y basuras y garantizar el acceso al agua potable. De hecho, se puede afirmar que la campaña por la vivienda rural era, en efecto, “higienista”.

Figura 1. “Una aldea-jardín en la Colonia Agrícola de Sumapaz”. Diseño de Roberto Ancizar Sordo y de Gonzalo Restrepo Álvarez. Fuente: Restrepo Álvarez, Arquitectura aldeana y rural.

Sin embargo, al analizar las propuestas sobre vivienda rural en el contexto más amplio del desarrollo y la modernización, así como su discurso higienista, estas revelan su carácter político más amplio. La construcción de vivienda y el planeamiento rural se constituían como una manera de facilitar una de las principales políticas agrarias de los años treinta, encaminadas a solucionar el intenso conflicto social que se vivía en ciertas áreas: la parcelación y la redistribución de tierras. La higiene, en realidad, era un discurso políticamente neutral que les permitía a los funcionarios estatales intervenir en asuntos mucho más sensibles relacionados con la propiedad sobre la tierra[12]. Fundamentalmente, los promotores de la campaña de vivienda campesina, como Carlos Lleras Restrepo, esperaban que facilitando el acceso a la propiedad rural, a través de la intervención estatal en municipios y veredas, los campesinos se anclaran a la tierra y se consolidara la tan anhelada clase media rural.[13]

La cartilla de construcciones rurales sugiere que una de esas formas de intervención era la planeación espacial en zonas de conflicto y donde se estaban realizando programas de colonización y parcelación de tierras. La cartilla incluía un plano para la Colonia Agrícola de Sumapaz, un proyecto de colonización y parcelación de tierras del Estado, creado en 1929, en la región comprendida entre los municipios de Icononzo y Cunday (Tolima) y Pandi (Cundinamarca)[14]. Restrepo Álvarez y Roberto Ancizar Sordo recrearon una “aldea jardín” como modelo de desarrollo de esta colonia agrícola.

No era casual el hecho de que el proyecto de la aldea jardín se centrara en la Colonia Agrícola de Sumapaz. Era el epicentro de la movilización campesina desde los años veinte. En la zona, ligas campesinas y asociaciones de colonos rurales se habían organizado para reclamarle al Estado nacional un acceso más justo a la tierra, el agua y otros recursos, y los mercados. Es más, era una región en la cual el conflicto sobre la tierra se había convertido en un problema particularmente complejo y caracterizado por una gran confusión sobre los títulos de propiedad. En esta zona, grandes hacendados y comerciantes cafetaleros se habían beneficiado de olas de colonización campesina, al reclamar como suyas las tierras de colonos, y estos últimos, aunque habían mejorado sus parcelas, no les tenían títulos formales[15]. Sumapaz era una región de gran importancia política y económica para el Gobierno nacional ubicado en Bogotá, debido a su cercanía a la capital y a que era considerada su despensa. Por lo tanto, solucionar el conflicto en Sumapaz se convirtió en un requisito para el avance de la modernización, puesto que era imposible consolidar la clase media rural si los campesinos no eran propietarios formales. Es más, los gobiernos liberales habían establecido la Colonia Agrícola con el fin manejar el conflicto y crear una clase de activos propietarios campesinos a través de la colonización dirigida de tierras del Estado.

La propuesta de Ancizar Sordo y Restrepo Álvarez era de gran importancia. Provenía, en parte, de las nociones de planeación derivadas de la “ciudad jardín”, planteadas inicialmente por Ebenezer Howard como una estrategia para reducir las graves tensiones sociales que se vivían en las ciudades inglesas, consecuencia de la industrialización y urbanización aceleradas de finales del siglo XIX. La estrategia para desacelerar el crecimiento urbano consistía en que la población se reubicara en pequeñas comunidades semiurbanas y prácticamente autosuficientes donde, a través de la planeación y administración científica, se encontraría un balance entre, por un lado, el beneficio comunitario y la iniciativa individual y, por el otro, las vidas urbana y rural.[16]

Los arquitectos colombianos, al igual que Howard, consideraban que la planeación a través de estas aldeas jardín podía contribuir a la solución del conflicto social (rural, en el caso colombiano) y, por lo tanto, el proyecto de la Colonia Agrícola del Sumapaz tenía una connotación eminentemente política. En últimas, Ancizar Sordo y Restrepo Álvarez propusieron un modelo de asentamiento en el cual los campesinos podían, en teoría, relacionarse de manera cooperativa e independiente. Por tal razón, en la aldea-jardín en Sumapaz los edificios que representaban la vida colectiva se ubicaban en el centro (la iglesia, la escuela, el restaurante escolar, la biblioteca aldeana, la oficina de correos y telégrafos y la casa de Gobierno); mientras que esta área central era de fácil acceso a través de todos los caminos que conducían a las fincas de los campesinos. Pero los arquitectos colombianos invirtieron la conceptualización de Howard sobre la autonomía comunitaria, la cual se basaba en la colectivización de la propiedad agraria. Ancizar Sordo y Restrepo Álvarez privilegiaron la propiedad privada, individual y rural sobre la vida colectiva y pública como solución al conflicto social y a los desequilibrios entre campo y ciudad y entre lo individual y lo colectivo.[17]

Construir viviendas en el campo, por lo tanto, no era simplemente una política higienista. Era una estrategia fundamental para solucionar el conflicto rural, ya que ello permitiría que los campesinos se mantuvieran en sus tierras y evitaría olas de migración hacia las ciudades, como lo preveía el modelo de la ciudad jardín. De hecho, la construcción de vivienda rural había sido discutida y utilizada como una política de planeación en programas de rehabilitación y modernización rural en Europa después de la Primera Guerra Mundial. Influidos, en parte, por la ciudad jardín, los modernizadores europeos habían implementado programas de colonización y de reorganización de la población rural en varios países con el fin de mejorar la situación social y económica de los campesinos[18]. Carlos Lleras Restrepo, ministro de Hacienda del Gobierno de Eduardo Santos (1938-1942) y creador de ICT, sabía de la posibilidad de utilizar la planeación y la construcción de vivienda como herramientas para manejar los problemas sociales rurales, reorganizando el espacio social en las veredas colombianas[19]. Aunque el diseño de Restrepo Álvarez y Ancizar Sordo no se llevó a cabo, es posible argumentar que los principios que lo inspiraron, a su vez, motivaron a Lleras Restrepo a crear el ICT como una agencia de crédito y construcción de vivienda para campesinos, es decir, un esfuerzo para materializar las nociones de planeación rural.

 

Aprendiendo de la experiencia



Figuras 2 y 3. Fotografías del antes y después de la construcción de una vivienda campesina en Suesca (Cundinamarca), en 1941. Nótese que los arquitectos que dirigieron la obra, quienes posan al frente de la nueva casa, eran Jorge Gaitán Cortés y Jaime Nieto Cano, quienes, al igual que Vargas Rubiano, consolidaron carreras muy importantes como arquitectos modernos desde finales de los años cuarenta. Fuente: El Mes Financiero y Económico, n.º 47 (abril de 1941), 20.

El ICT experimentó de muchas maneras con la construcción de vivienda de bajo costo[20]. Uno de los más importantes, por supuesto, era el aspecto financiero: el instituto diseñó varias estrategias de manera que los préstamos que otorgaba favorecieran a los campesinos más necesitados, principalmente aquellos que no tenían títulos formales sobre sus tierras. Es importante señalar que, aunque casi la mitad de las casas del ICT durante 1939-1942 fueron construidas en Cundinamarca, también llevó sus construcciones a zonas distantes en departamentos como Nariño, Valle, Santander, Cauca, Caldas, Boyacá y Meta. Desde muy temprano, uno de los problemas que el ICT enfrentó al tratar de expandir los beneficios de su campaña a campesinos de todas las regiones del país y de todos los niveles socioeconómicos fue el costo de las construcciones. Este problema no solo se relacionaba —aunque era un aspecto muy importante— con el hecho de que transportar materiales de construcción a veredas donde no llegaba ningún tipo de caminos era muy costoso, al igual que llevar ingenieros o arquitectos profesionales que supervisaran las obras. El problema del costo tenía también que ver con los imprevistos técnicos y los sobrecostos que implicaba la utilización de ciertos materiales que resultaban desconocidos a los constructores locales y la imposibilidad de supervisar todas las obras desde Bogotá[21].

Para poder construir casas económicas y durables, los arquitectos que trabajaban para el ICT como supervisores experimentaron con materiales y diseños. Por ejemplo, Hernando Vargas Rubiano, como supervisor de las obras del ICT en varios departamentos, utilizó la tecnología del terraconcreto, un material económico, porque permitía utilizar una baja proporción de cemento, y durable. Vargas Rubiano aprendió sobre el terraconcreto durante un entrenamiento en la Universidad de Pennsylvania, el cual fue financiado por la Unión Panamericana y el ICT a finales de 1941 y comienzos de 1942. El ICT quería que Vargas Rubiano visitara proyectos de vivienda rural en el sur de Estados Unidos como parte de su entrenamiento y así conoció del experimento que el arquitecto Alfred Kastner adelantaba con este material en las construcciones que adelantaba en el estado de Virginia. Aunque los resultados iniciales del empleo del terraconcreto en las construcciones campesinas del ICT no fueron muy satisfactorios, el instituto continuó trabajando con este material y otras técnicas de construcción en el laboratorio de materiales creado en la Universidad Nacional en Bogotá.[22]

Adicionalmente, la necesidad de estandarizar diseños, técnicas de construcción y materiales, con el fin de reducir costos y simplificar procedimientos en obra, llevaron a que el instituto publicara una cartilla de construcciones rurales elaborada por el arquitecto Alberto Wills Ferro y el ingeniero Gustavo Maldonado. La Cartilla de construcciones rurales era una guía técnica, con tablas y fórmulas sobre combinaciones, proporciones y métodos constructivos. Wills Ferro, quien era el director de la sección técnica del ICT y también recibió financiamiento del instituto para avanzar estudios de posgrado en Columbia University, daba pasos fundamentales hacia la estandarización y la homogeneización de la construcción de la vivienda social, principios que luego caracterizaron los proyectos de vivienda urbana[23]. Por ejemplo, los nuevos diseños estandarizados de las casas modelo no solo solucionaban inconsistencias y desajustes de diseños anteriores (los arquitectos del instituto comprendieron que las áreas sociales eran menos importantes para los hogares de las familias campesinas que un depósito, por ejemplo, o que en climas cálidos la gente prefería corredores y pórticos exteriores para “tomar el fresco”, que espacios como salones), sino que también le abrían la puerta a tecnologías como la autoconstrucción y la construcción progresiva de vivienda al permitir casas modelo que pudieran ampliarse fácilmente.[24]


Figuras 4 y 5. Dibujos de fachadas principal y laterales y perspectiva de la casa tipo 6 para “clima caliente” del Instituto de Crédito Territorial en 1946. Esta casa era en bahareque embutido y tenía como un eje un corredor para “tomar el fresco”. Fuente: Wills Ferro y Maldonado, Cartilla de construcciones rurales.

Una vez el ICT se embarcó en la financiación y construcción de proyectos de urbanización para los sectores populares, estos se beneficiaron enormemente de la infraestructura, los experimentos, las discusiones y el conocimiento técnico desarrollado para mejorar y hacer más viables las construcciones rurales. También arquitectos como Vargas Rubiano y Jorge Gaitán Cortés, quienes se convirtieron en importantes figuras de la arquitectura moderna en Colombia, comenzaron sus carreras en el ICT, a través del cual establecieron importantes vínculos con las agencias estatales. Aunque Carlos Martínez alguna vez calificó a las casas campesinas del ICT como “desgraciadamente desapacibles, pobres y sin estudio[25] y a pesar de que para el Estado resultó siendo muy difícil y costoso regular las tensiones sociales en el campo a través de la construcción de vivienda y el crédito, las lecciones aprendidas durante los primeros años de existencia del ICT son fundamentales para entender su historia posterior. No es exagerado afirmar, entonces, que la historia del periodo dorado de la vivienda social urbana y de las grandes urbanizaciones financiadas por el Estado empezó en el campo.

 

Conclusiones

La historia de cómo y por qué fue creado el ICT y su campaña de construcción de vivienda rural demuestra que la arquitectura rural fue esencial para el desarrollo de los proyectos de modernización de la República Liberal: con ella se buscaba solucionar el conflicto agrario, anclar la población rural a la tierra y mejorar las condiciones de vida en el campo. Aunque la experiencia fue corta y caracterizada por múltiples obstáculos que, en últimas, impidieron la efectiva materialización de la modernización rural liberal, las enseñanzas aprendidas y los progresos técnicos, financieros y sociales marcaron de manera definitiva la política de vivienda social (urbana y rural) en Colombia durante años posteriores. A diferencia de lo sugerido por la historiografía tradicional sobre arquitectura, la historia del ICT nos enseña que la práctica de la arquitectura en Colombia, incluso antes de la consolidación del movimiento moderno, fue mucho más amplia que el trabajo de unos cuantos arquitectos, quienes en sus diseños urbanos adaptaron a las ciudades colombianas propuestas estilísticas y formales provenientes de Europa y Estados Unidos.

Este artículo demuestra cómo la creación del ICT se basó en propuestas sobre planeación rural basadas en la construcción de vivienda para la solución de conflictos sociales y, por lo tanto, el instituto era una estrategia central para solucionar las limitaciones de la modernización rural, no una política marginal e incipiente en un proceso de modernización que se encontraba en su prehistoria. Así, el artículo muestra la importancia de que para el estudio de la historia de la arquitectura en Colombia se consideren las experiencias de los profesionales y expertos vinculados con la construcción de vivienda social (tanto urbana como rural) de una forma más analítica y en conexión con el contexto político y social en el cual las políticas de vivienda fueron desarrolladas.

 

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Fundación del Instituto de Crédito Territorial (ICT o Inscredial) fue una entidad colombiana que tenía el objetivo de construir viviendas de interés social, creada en 1939 y fue liquidada y reemplazada por el Instituto Nacional de Vivienda de Interés Social y Reforma Urbana (Inurbe) en 1991.

Fue creado en 1939 por el gobierno de Eduardo Santos. Fue una de las entidades que más viviendas construyó en Colombia, desde su fundación hasta 1991, siendo clave en los proyectos de viviendas durante estas décadas, aportando a la urbanización y afrontando el crecimiento demográfico del país.

Evolución.  En los años 50 se construyeron urbanizaciones como Los Alcázares, Muzú y Quiroga en Bogotá. Entre 1957 y 1970 se construyeron el Centro Urbano Antonio Nariño, la Unidad Residencial Hans Drews Arango. Otro proyecto fue Ciudad Kennedy, o Ciudad Techo y Timiza en Bogotá, con el apoyo de la Alianza para el progreso con Estados Unidos. En 1958 aparece el barrio Simón Bolívar en Barranquilla. En Cartagena también se desarrollan proyectos. Aparece también el Departamento de Diseño.

En Pereira, se construyeron los Barrios Boston, en la salida a Armenia y Barrio Cuba, en la salida hacia Altagracia, y muy cerca al Aeropuerto Matecaña.

También el Barrio Libare 2, junto al Estadio Mora Mora, y que después de 1963, cambiaria su nombre a Kennedy, en homenaje al inmolado presidente de EE. UU.

Para 1968 se destinaron 600 millones de pesos para vivienda en Colombia. En 1971 aparece el proyecto El Tunal en Bogotá. En Medellín aparecen proyectos de vivienda en la ciudad. En Envigado (Antioquia) aparece el barrio El Trianón. Son creados por el gobierno de Misael Pastrana las Corporaciones de Ahorro y Vivienda (CAV’s) y la Unidad de Poder Adquisitivo Constante (UPAC).

Para la época se inician nuevos proyectos de vivienda en Bogotá como el barrio Garcés Navas (1967), La Española (1970) Quirigua y La Serena. Aparecen en los mismos años los barrios: San Cayetano I y II (1971), Villa Luz (1972), Floridablanca 2.º sector (1972),Tisquesusa (1973),Villa Gladys (1973), Ciudad Bolivia (1975), Urbanización La Isabela (1976),Molino de Viento (1976), en 1978 Ciudad Bachué y Santa Cecilia (1980), Bochica (1981).

Liquidación.  En 1991, fue liquidada y reemplazada por Instituto Nacional de Vivienda de Interés Social y Reforma Urbana (Inurbe), que a su vez fue liquidada en 2003, siendo reemplazada por el Ministerio de Ambiente Vivienda y Desarrollo Territorial.

INSTITUTO DE CRÉDITO TERRITORIAL | Revista Credencial

 

Banco Central Hipotecario de Colombia

El Banco Central Hipotecario (BCH) fue un importante banco estatal colombiano, fundado en 1932. Desde su fundación hasta los años 1980 fue la mayor entidad financiera del mercado hipotecario colombiano, monopolizando ese sector.

Fue fundado en medio de las reformas económicas del Gobierno de Enrique Olaya Herrera, con el objetivo de adjudicar créditos hipotecarios y facilitar el pago de obligaciones con bancos comerciales, como remedio para las repercusiones que tuvo en la economía colombiana la crisis económica de 1929, que causó la incapacidad de pago de los deudores. Tras más de 6 décadas de gran influencia, su decadencia comenzó con una fallida reorganización en 1994, un escándalo de corrupción en 1998, seguido del cierre parcial de sus operaciones el mismo año y, finalmente, su liquidación definitiva en 2001.

Fundación y primeros años

En los años 20, el crédito hipotecario existente en Colombia se desarrolló en gran parte financiado por el crédito externo, el cual, en parte, era traído al mercado nacional por entidades como el Banco Agrícola Hipotecario, el Banco Hipotecario de Bogotá y el Banco Hipotecario de Colombia. Sin embargo, con el inicio de la Gran Depresión, el comercio internacional se paralizó y los bancos mencionados entraron en insolvencia.

El Gobierno tomó cartas en el asunto y en 1931 fundó la Caja de Crédito Agrario y en 1932 la Corporación Colombiana de Crédito, que compraría las carteras de los bancos comerciales para lograr su reequilibrio. Además, mediante el decreto 211 de 1932, fundó el Banco Central Hipotecario con el fin de "realizar operaciones de amortización hipotecaria en plazo no mayores a 10 años". Desde ese momento el BCH se convirtió en la única fuente de recursos hipotecarios de largo plazo, ya que para entonces, y por un largo tiempo, todo el crédito bancario era a corto plazo.

El término de duración del BCH se fijó en cuarenta años, contados desde la fecha de protocolización de las escrituras. Su duración se prorrogó por veinte años más, a partir del 14 de junio de 1927 y por otros veinte años, a partir del 14 de junio de 1992.

Para la fundación del Banco se creó un comité organizador, con la función de elaborar los estatutos y someterlos en forma contractual a la consideración del gobierno, conformado por Luis Felipe Latorre, en representación de éste; Julio E. Lleras, representante del Banco de la República y Manuel Casabianca, representante de los bancos de Colombia, Hipotecario de Colombia y Comercial de Barranquilla.

El 6 de junio de 1932 en el Palacio Presidencial se procedió a la constitución y organización del establecimiento de crédito denominado Banco Central Hipotecario; la aprobación del acta de organización para efectuar los negocios fue hecha por la Superintendencia Bancaria, mediante resolución 244 del 6 de junio de 1932. Primeras oficinas

El BCH inició sus operaciones dando al servicio únicamente la oficina de Bogotá, calle 13 con carrera 8a., y acordó con el Banco de la República la operación de las demás sucursales y agencias en sus instalaciones. Las primeras oficinas que se crearon a nivel seccional fueron las de Barranquilla, Manizales y Medellín, que empezaron a funcionar el primero de julio de 1933, con el fin de hacer extensivo el crédito a otras zonas del país.

El incremento de los negocios no se detuvo y a comienzos de 1952, cuando cumplía veinte años de fundado, el Banco ya contaba con 26 seccionales que cubrían estratégicamente diversas zonas del país que requerían con urgencia el crédito hipotecario.

En 1953, la dirección general del BCH decidió ajustar la organización de las oficinas regionales, con el fin de agilizar los trámites para el estudio de las solicitudes de crédito; se procedió a un ajuste que consistió en dotar a las seccionales de una junta consultiva con autoridad para tramitar préstamos hasta por determinadas cuantías, mientras las subgerencias, dependientes de los otros bancos comerciales, continuaban como receptoras de solicitudes y ejecutoras de los préstamos otorgados por la sede principal.

En 1956, para concederles autonomía, se elevaron las seccionales a la categoría de sucursales con un gerente facultado para aplicar las normas trazadas, bajo un cupo mensual de crédito. En 1961, se descentralizó la primera sucursal, que fue la de Chapinero.

El primer instrumento ofrecido por el BCH a los inversionistas para respaldar los depósitos recibidos y garantizar la liquidación de intereses fue la cédula hipotecaria, de garantía general, es decir respaldada por el capital, el fondo de reserva y todos los créditos activos de la entidad. El BCH ha emitido desde entonces cédulas hipotecarias con distintas denominaciones: sólidas, provivienda, valorizables, confiables, de inversión y de corto plazo. Realizaciones

El BCH presentó una estructura sólida cimentada a través del tiempo, con labores de gran importancia, así:

En 1936 se crea la Compañía Central de Construcciones; en 1940 y por iniciativa del BCH se constituye como organismo independiente el Instituto de Fomento Industrial (IFI); en 1938 se crea la sección de capitalización, que consolidó al BCH como estructurador de la capitalización en el país; en 1941 se crea la Caja de Previsión Social del BCH; en 1953 se organiza el departamento de construcciones del Banco encargado de planear, organizar y supervisar técnica y administrativamente los conjuntos de vivienda. Se construyeron directamente las urbanizaciones Polo Club, Niza y Residencias el Parque en Bogotá.

En 1957 el BCH propicia la creación como entidad autónoma de la Compañía Central de Seguros; en 1967, inició la administración fiduciaria del cincuenta por ciento de las reservas del Instituto de Seguros Sociales; en 1968, el Gobierno nacional creó el Fondo Nacional del Ahorro, que inició operaciones bajo la administración fiduciaria del Banco en 1969; el Fondo se instituyó como organismo independiente a partir de 1971.

En 1972, el BCH creó la Corporación Central de Ahorro y Vivienda, hoy parte importante del mismo; en 1975 se iniciaron las operaciones del Fondo Financiero de Desarrollo Urbano (FFDU), hoy Findeter, que después de 15 años de una fructífera labor se acaba de convertir en entidad independiente.

El BCH se ha consolidado como importante apoyo a la industria nacional, estructurador de capitalización, urbanizador, emisor de pólizas de seguros de vida, administrador fiduciario, creador de instituciones independientes, impulsor de los programas de vivienda, desarrollo urbano y generador de nuevas fuentes de empleo, lo que le constituye en una institución sólida, renovada, con la mejor tecnología y construida hacia el futuro.

 

Mercado Inmobiliario y auge

Con una oferta de crédito alternativa al BCH prácticamente nula, este se convirtió en los años 40 y años 50 la principal fuente de crédito para vivienda. Así, comenzó a financiar obras de vivienda, junto con otras entidades del gobierno, que jugaron un importante papel en la arquitectura urbana que se desarrolló en Colombia en el siglo XX.

En 1935, comienza su primer proyecto de vivienda con la contratación de la compañía urbanizadora La Urbana, para un año después financiar la fundación de la para la Compañía Central de Construcciones. El BCH sería complementado con la creación del Instituto de Crédito Territorial (ICT) en 1939, si bien este no empezaría a tener un papel destacado sino hasta los años 60.

Pese a que la producción de vivienda del BCH fue mucho menor que otras entidades como el ICT, su calidad fue mucho mejor comparada con el resto de los proyectos de vivienda estatal, gracias a la contratación de arquitectos de renombre para su edificación.

De las 850.549 viviendas construidas en Bogotá entre 1951 y 1990, el BCH contribuyó a la construcción de 17.950 y el ICT a 103.107. Este desarrollo de la industria de la construcción no solo se desarrollaría en Bogotá, sino también en el resto del país, aumentando de manera acelerada la proporción de viviendas estatales, llegando a superar la densidad de viviendas informales.

En 1972 llega al poder el Presidente Misael Pastrana Borrero, quien impulsa una serie de reformas económicas, de la mano de su colaborador Lauchlin Currie, entre ellas la creación de la Unidad de Poder Adquisitivo Constante (UPAC) y las Corporaciones de Ahorro y Vivienda (CAV). Las primeras tenían como objetivo encaminar el creciente flujo de fondos privados en el país hacia la industria de la construcción y poder competir con los bancos comerciales. Es entonces que se da la última gran etapa de desarrollo del Banco, que pudo llegar a cubrir proyecto de mayor tamaño que incluyeron grandes sectores de terreno en las ciudades del país.

Decadencia y últimos años

Como consecuencia de décadas en que el banco fue utilizado para financiar proyectos sociales y no para generar utilidades, en 1989 el Gobierno de Virgilio Barco comenzó un proceso de saneamiento de la entidad, proceso continuado por el Gobierno de César Gaviria, que incluyó la inyección de 10.000 millones de pesos y la mejora en el proceso de asignación de créditos. Para el final de 1993, tenía utilidades de 6.500 millones de pesos.

Sin embargo, en 1994 el gobierno de Gaviria pagó al Instituto de Seguros Sociales una deuda con la nación de 129 mil millones de pesos por las reservas pensionales, operación en la cual el ISS pasó a controlar el 83% de las acciones del BCH. Ese mismo año, la dirección del banco comienza un proceso de reorganización que termina mal, pues que para 1995, presentaba un déficit de tesorería de 114 mil millones de pesos, sus indicadores básicos (de calidad de la cartera, liquidez y eficiencia) quedaron por debajo del mercado y la mitad de sus ganancias se destinaban a gastos administrativos.

Así, con el ambicioso objetivo de convertirlo en la entidad más grande del sector hipotecario y hacer que los bancos comerciales dejaran de depender del mercado de la construcción, se lanzó una arriesgada estrategia que entre 1995 y 1997 duplicó cartera de crédito y comenzó a financiar grandes proyectos de infraestructura, además de promover el plan del Seguro Social de convertirlo en el Banco del Seguro Social. El plan consistió en ofrecer a los deudores pagos mínimos de cuota por hasta 20 años, ofrecer el traslado de la carga hipotecaria desde otro banco, mientras el BCH se encargaba de los trámites pertinentes, lo cual permitía pagar la deuda en moneda corriente y no en UPAC. Además, regalaba un seguro de desempleo que cubría 24 cuotas de crédito.

Sin embargo, la estrategia pronto se desmoronaría debido al aumento de las tasas de interés, que aumentaron 20% en dos años. Muchos deudores no pudieron pagar y se venció una cartera por 680 mil millones de pesos. Para cubrir este dinero, el banco se vio obligado a salir en 1998 a captar fondos, pero salió en el peor momento: Se había producido una retirada masiva de 150 mil millones de pesos y se habían publicado ciertos artículos que cuestionaron las políticas del banco, además de que el mercado bursátil estaba sin fondos disponibles.

Como se mencionó anteriormente, el banco había comenzado a financiar megaproyectos, que incluían lujosos apartamentos, un centro comercial en Montería y un campo de golf en Bogotá. Estos proyectos nada tenían que ver con el pasado del banco, que se basaba en viviendas sociales. Para cuando el BCH fue golpeado por la falta de fondos, estos negocios representaban el 10% de su cartera. A esto se le sumó la falta de pago de clínicas cuya construcción había sido financiada por el BCH. Estas clínicas habían pedido préstamos al banco, con la promesa del Seguro Social de que este los financiaría mediante contratos públicos. Pero cuando asumió el Gobierno de Andrés Pastrana, se cancelaron estos contratos ante la crítica situación del banco.

Pero el golpe final llegaría a finales de 1998, cuando se destapó un escándalo de corrupción de los autopréstamos del gerente de la seccional de Cali, Octavio Jaramillo Tovar, que generaron un desfalco al banco de 23.923 millones de pesos. Más adelante se sabría que Jaramillo también estaba involucrado en otros casos de corrupción en el Valle del Cauca, además de tener nexos con el Cartel de Cali.[26] Con el escándalo cayó la junta directiva del banco, incluyendo al también Gerente en Cali, Juan José Uribe, la ejecutiva en Cali Ana Roca Carvajal y a la exgerente nacional María José García.[27]

A causa del escándalo, el gobierno intervino el banco y la contraloría descubrió que las pérdidas alcanzaron los 500 mil millones de pesos. La mitad de la entidad fue recapitalizada por Fogafín, se cerraron un tercio de sus oficinas y se despidieron una décima parte de sus empleados. La Seguridad Social perdió 148 mil millones de pesos y se comenzó el proceso de liquidación del banco, el cual comenzó con la venta de lo que quedaba en cartera, así como la marca, al Banco Granahorrar, que asumió los créditos y las hipotecas.

La liquidación se concluiría definitivamente sino hasta la expedición del Decreto 20 de 2001, que puso fin a la historia de la entidad.

 

Los conjuntos de vivienda del Banco Central Hipotecario



Casas económicas en Armenia. Revista Proa © Derechos Reservados



Fomento de vivienda económica. Banco Central Hipotecario. Revista Proa © Derechos Reservados



Conjunto multifamiliar Calle 26, Bogotá. Alberto Saldarriaga © Derechos Reservados



Conjunto multifamiliar El Polo, Bogotá. Alberto Saldarriaga © Derechos Reservados



Edificio de apartamentos “Sabana”, Bogotá. Revista Proa © Derechos Reservados



Conjunto de apartamentos, Bogotá.


Nueva Villa del Aburrá Etapas 1 y 3, Medellín. Archivo BCH © Derechos Reservados


Nueva Villa del Aburrá Etapas 1 y 3, Medellín. Archivo BCH Museo de Arquitectura © Derechos Reservados.

Autor: Ana P. Montoya P.

La construcción de vivienda ha sido un factor determinante del crecimiento urbano en Colombia y en ese contexto el Estado ha jugado un papel definitivo con la formulación de estrategias habitacionales y la producción de vivienda social rural y urbana a través de las principales instituciones de vivienda de alcance nacional, creadas en su mayoría en la primera mitad de siglo XX, como la Caja de Crédito Agrario (CCA) (1931), el Banco Central Hipotecario (BCH) (1932), el Instituto de Crédito Territorial (ICT) (1939), la Caja de Vivienda Militar (CVM) (1947) y el Fondo Nacional del Ahorro (FNA) (1968).

El BCH, una institución de naturaleza mixta se creó durante el gobierno de Enrique Olaya Herrera bajo las repercusiones internas tanto de la crisis mundial de 1929, que generó la pérdida de capacidad de pago de los deudores1 , como del inicio de un período de gobiernos liberales, con el único objetivo de adjudicar créditos hipotecarios y facilitar el pago de obligaciones con bancos comerciales . En 1935 el BCH contrató con la compañía urbanizadora La Urbana para la construcción de vivienda[28]  y un año después creó la Compañía Central de Construcciones[29] que le permitió iniciar el proceso de diseño y construcción de vivienda para obreros y empleados acompañado de dos mecanismos de ahorro y financiación para la compra de vivienda: la Cédula de Capitalización y el Crédito Hipotecario.

La producción del Banco Central Hipotecario

La obra del BCH, relativamente poca si se compara con otras entidades como el ICT, tuvo un importante aporte e impacto por sus propuestas urbanas, experimentaciones formales y vida colectiva a través de lo que podría llamarse una arquitectura urbana, resultado de la experimentación proyectual a lo largo de su producción. Su obra, además de tener una calidad superior al promedio de la vivienda estatal construida para la época y ser concebida por arquitectos de alto reconocimiento profesional, puede leerse a partir de tres momentos claves institucionalmente, la crisis de 1929 que provocó su creación; en 1946 la muerte de Julio E. Lleras, fundador y gerente del Banco hasta ese momento; y la aprobación de la Unidad de Poder Adquisitivo Constante (UPAC) en 1972, que transformó los mecanismos de financiación y, por ende, la escala de producción de vivienda. Así, sus propuestas se comprenden en tres etapas distintas: 1935-1946, con una producción de vivienda unifamiliar a pequeña escala; 1947-1972, una época de transición y experimentación; y 1973-2001, con una producción de gran escala y fomento de la inversión privada.

1935-1946. Una producción de vivienda unifamiliar a pequeña escala

Esta etapa inicial se definió por la conformación de barrios como unidad urbana. Construidos a pequeña escala, con loteo tradicional, casas individuales de uno y dos pisos, con una arquitectura sencilla y funcional, una tipología aislada con antejardín y patio trasero. Sobresalen Bosque Calderón Tejada (1935) de 30 un., El Restrepo (1936) de 26 un. y Muequetá (1937) de 90 un[30] .

1947-1972. Una época de transición y experimentación

En estas dos décadas se experimentó tanto con la relación espacial vivienda-ciudad como con la vida colectiva, lo que llevó a una gran variedad de propuestas que partieron de la misma idea de conjunto de vivienda que, años después, el Acuerdo 65 de 1967 definió como “agrupación de vivienda”, una obra arquitectónica con unidad y valor comunal que se convirtió en instrumento proyectual de la ciudad y la vivienda. Desde esta perspectiva se pueden destacar las siguientes seis ideas desarrolladas durante este periodo entre el trazado tradicional y la supermanzana como elemento urbano moderno.

1. La unidad de habitación como elemento urbano

La vivienda unifamiliar de la década de los años cincuenta, aunque con un trazado tradicional, propuso elementos compositivos y funcionales que definieron sus características espaciales. Respondió, generalmente, a una tipología de bloque continuo, con algunos elementos prefabricados de pequeña escala, con jardín, patio y garaje, lo que implicó, en algunos casos, casas de tres niveles o la eliminación del antejardín. Este último es el caso del conjunto de casas económicas en Armenia (1955) de los arquitectos Arbeláez, Samper, Viecco y Pombo, con 48 un., que propusieron zonas laterales libres, pórticos y galerías cubiertas en frente de las casas. En Bogotá, otros ejemplos fueron La Soledad de Cuéllar Serrano Gómez (1953) con 141 un., Quinta Mutis (1955) con 212 un. o Veraguas (1957) con 188 un.

2. El trazado urbano, las calles cerradas y la composición geométrica

Esta idea, evidente en el Conjunto Residencial El Polo, en Bogotá, propuso equipamientos y zonas verdes con distintos niveles públicos, como la extensión de la casa y al mismo tiempo su relación con la ciudad. Conformado por dos tipos de proyectos: el conjunto de casas (1958-1959) con 424 un. de vivienda de tres pisos, de las firmas Robledo, Drews y Castro y Ricaurte, Carrizosa y Prieto; y el multifamiliar (1961), con dos bloques de cuatro pisos y apartamentos dúplex y 60 un., de los arquitectos Guillermo Bermúdez y Rogelio Salmona.

3. El edificio de apartamentos como unidad urbana

El Edificio Residencias Sabana (1960-1964) con 144 un., diseñado por Roberto Rodríguez Silva fue el resultado de una preocupación del Banco tanto por el acelerado crecimiento de la población y el evidente déficit de vivienda como por la necesidad de modernizar el centro de Bogotá. Propuso la idea de unidad de habitación autosuficiente con parqueaderos, comercio y servicios comunes en los primeros pisos y apartamentos dúplex en los pisos superiores entrecruzados para lograr dobles fachadas.

4. El conjunto multifamiliar

Los cuatro conjuntos multifamiliares de la calle 26 (1962-1965) de Bogotá, conformados por edificios entre 4 y 16 pisos que aplicaron sistemas de prefabricación, algunos con comercio en el primer nivel, tres de ellos de la firma Esguerra y Herrera y el cuarto de los arquitectos Arturo Robledo y Ricardo Velázquez, ejemplifican la idea de sector como unidad urbana y el espacio público como lugar de encuentro y vida colectiva.

5. La urbanización

En 1964 el Banco inició el desarrollo de los terrenos de Niza al norte de Bogotá, con un proceso de urbanización de gran envergadura desarrollado en 8 etapas durante dos décadas, Niza 1 (1964) con 269 un.; Niza 2 (1967) con 400 un.; Niza 3 (1969) con 283 un.; Niza Reservado (1971) con 42 un. Cada una de las etapas con su propia dinámica y propuesta de espacios libres colectivos.

6. El espacio público como tema vinculado a la vivienda

El Conjunto Residencial El Parque (1964-1970) de 294 un. y diseñado por el arquitecto Rogelio Salmona, en Bogotá, culminó la producción de vivienda de este período con un proyecto paradigmático por su propuesta plástica y compositiva, además del tratamiento de espacio público como espacio colectivo e instrumento de integración con la ciudad.

1973 - 2001. Una producción de gran escala

A finales de 1972 el gobierno colombiano de Misael Pastrana Borrero –y según el programa Operación Colombia de Lauchlin Currie resultado de la primera misión del Banco Mundial en 1949, además de otras estrategias– propuso la creación de dos mecanismos: las Corporaciones de Ahorro y Vivienda (CAV) y la Unidad de Poder Adquisitivo Constante (UPAC) que, según lo dispuesto por el Decreto 2313 de 1979, tenían como finalidad canalizar un flujo creciente de ahorro privado hacia la construcción y competir por la captación de recursos con bancos comerciales. Es a partir de este momento que se fomentó la especulación en la construcción de vivienda colectiva en el país y, por consiguiente, el BCH experimentó su período de mayor auge constructivo con proyectos más complejos que abarcaron grandes sectores urbanos como las últimas etapas de Niza: Niza 5 (1972) 242 un., Niza 6 (1973) 322 un., Niza 7 (1974) 195 un., Niza 8 (1982) 673 un., Niza 9 (1983) 952 un., Niza 9 bis (¿año?) 642 un.; El Tunal Etapa 1 (1984) con 2.063 un. y Etapa 2 (1985) 2.000 un.; La Nueva Villa del Aburrá en Medellín, 1.468 un. construidas en tres etapas (1978, 1980 y 1986). Este conjunto se convirtió en paradigma tanto por la respuesta tipológica de edificios y apartamentos como por la propuesta del edificio continuo en forma de herradura que definió la plazoleta central, un espacio colectivo con servicios complementarios de alto significado urbano.

Los últimos proyectos del BCH fueron de renovación urbana como Nueva Santa Fe (1985) localizado en el centro de Bogotá en terrenos del antiguo barrio Santa Bárbara. Fue un proyecto de 1.661 un. construidas en cinco manzanas de las nueve proyectadas con un nuevo trazado urbano en una serie de claustros, que además de proponer comercio y espacios de encuentro en el exterior, también generó un sistema de patios que daban acceso a los apartamentos en el interior.

Este recorrido general y la actual vigencia de sus proyectos, finalmente reflejan el aporte del BCH, desde su creación hasta su liquidación[31], fundamentado en el espíritu innovador y transformador de sus propuestas de arquitectura urbana e implicaciones sociales en la vida colectiva como proyecto moderno, a través del valor por lo público e interés por hacer parte de las discusiones disciplinares y transformaciones de los discursos teóricos, sobre los cuales se fundamentó el desarrollo de la vivienda moderna en Colombia a lo largo del siglo XX.

Arquitecta, profesora de la Universidad Nacional de Colombia y la Universidad Jorge Tadeo Lozano.

 

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Los conjuntos de vivienda del Banco Central Hipotecario | La Red Cultural del Banco de la República

Banco Central Hipotecario – BCH | Observatorio AGN

 

Test de preguntas de opción múltiple basadas en el texto historia olvidada de la arquitectura en Colombia:

1. ¿Cuál fue el objetivo principal del Instituto de Crédito Territorial (ICT)?

   - A) Modernizar el campo colombiano.

   - B) Construir viviendas en las ciudades.

   - C) Crear una universidad de arquitectura.

   - D) Impulsar el comercio rural.

 

2. ¿Qué material económico y durable utilizó Hernando Vargas Rubiano en las construcciones del ICT?

   - A) Concreto armado

   - B) Terraconcreto

   - C) Adobe

   - D) Bahareque

 

3. ¿Cuál de las siguientes figuras fue clave en la creación del ICT?

   - A) Eduardo Santos

   - B) Alfonso López Pumarejo

   - C) Mariano Ospina Pérez

   - D) Jorge Gaitán Cortés

 

4. ¿Qué buscaba el programa "Cultura Aldeana" impulsado por Luis López de Mesa?

   - A) Mejorar las condiciones de las ciudades.

   - B) Difundir técnicas constructivas en el campo.

   - C) Financiar urbanizaciones en Bogotá.

   - D) Crear un instituto de educación superior.

 

5. ¿Qué modelo urbanístico inspiró la “aldea jardín” de la Colonia Agrícola de Sumapaz?

   - A) La ciudad lineal

   - B) La ciudad jardín de Ebenezer Howard

   - C) El modelo de ciudades europeas

   - D) El barrio tradicional colombiano

 

6. ¿Cuál fue una de las limitaciones principales para el ICT en la construcción de viviendas rurales?

   - A) Falta de arquitectos

   - B) Costos de transporte de materiales

   - C) Poca demanda de viviendas

   - D) Escasez de terreno

 

7. ¿Qué rol desempeñaron arquitectos como Jorge Gaitán Cortés en el ICT?

   - A) Financiadores de proyectos urbanos

   - B) Supervisores de construcciones rurales

   - C) Promotores de ciudades en crecimiento

   - D) Constructores de escuelas rurales

 

8. ¿Por qué se consideraba la campaña de vivienda rural como una estrategia de “higiene”?

   - A) Para mejorar la apariencia de las viviendas rurales.

   - B) Para intervenir en la salubridad y condiciones de vida en el campo.

   - C) Para fomentar la educación en higiene urbana.

   - D) Para evitar que los campesinos migraran a la ciudad.

 

9. ¿Cuál era la función principal de la Cartilla de construcciones rurales del ICT?

   - A) Proporcionar información para autoconstrucción de viviendas.

   - B) Planificar las urbanizaciones de Bogotá.

   - C) Implementar estándares de construcción para apartamentos.

   - D) Mejorar las técnicas de construcción en ciudades.

 

10. ¿Qué problema social buscaba solucionar la Colonia Agrícola de Sumapaz?

    - A) Pobreza en las ciudades

    - B) Conflictos de tierra en el campo

    - C) Escasez de agua potable

    - D) Deficiencia en el sistema educativo rural

 

11. ¿Cuál fue el papel de Gonzalo Restrepo Álvarez en el programa de modernización rural?

    - A) Fundador del ICT

    - B) Arquitecto y autor de una cartilla educativa para campesinos

    - C) Político y líder agrario

    - D) Economista e ingeniero en Bogotá

 

12. ¿Quién fue uno de los líderes que ayudó a fundar el ICT y promovió la clase media campesina?

    - A) Jorge Gaitán Cortés

    - B) Carlos Lleras Restrepo

    - C) Luis López de Mesa

    - D) Eduardo Santos

 

13. ¿En qué década se puso en marcha la campaña de mejoramiento de la vivienda campesina en Colombia?

    - A) 1920

    - B) 1930

    - C) 1940

    - D) 1950

 

14. ¿Qué se entiende por "modernización rural" en el contexto de este artículo?

    - A) Urbanizar las áreas rurales

    - B) Mejorar la infraestructura y vida en el campo

    - C) Reducir la pobreza urbana

    - D) Crear una clase obrera rural

 

15. ¿Qué buscaba el ICT con la creación de viviendas rurales?

    - A) Incentivar la migración a las ciudades

    - B) Anclar a la población rural en sus tierras

    - C) Sustituir las viviendas urbanas

    - D) Promover el comercio exterior

 

16. ¿Cuál fue la consecuencia del uso del terraconcreto en el ICT?

    - A) Reducción significativa de costos de construcción

    - B) Inicialmente, resultados no satisfactorios

    - C) Abandono del material por completo

    - D) Exportación de técnicas a otros países

 

17. ¿Qué ideal buscaba reproducir el ICT en la población campesina?

    - A) Pequeños propietarios cafeteros prósperos y autosuficientes

    - B) Trabajadores asalariados en zonas urbanas

    - C) Comerciantes de tierras

    - D) Arquitectos rurales independientes

 

18. ¿Qué significó la "aldea jardín" para la política social rural en Sumapaz?

    - A) Intento de evitar conflictos sociales urbanos

    - B) Modelo de asentamiento cooperativo para campesinos

    - C) Plan de urbanización rápida de Bogotá

    - D) Colonización de tierras extranjeras

 

19. ¿Qué técnica ayudó a reducir costos y mejorar la autoconstrucción en las viviendas rurales?

    - A) La fabricación en serie

    - B) El diseño modular de casas modelo

    - C) La importación de materiales

    - D) Los edificios multifamiliares

 

20. ¿Cuál fue una consecuencia a largo plazo del proyecto del ICT en la vivienda social?

    - A) Desinterés del Estado en la vivienda urbana

    - B) Desarrollo de proyectos de vivienda urbana masiva

    - C) Urbanización de todas las zonas rurales

    - D) Reducción de la población rural

  



[1] La frase entre comillas es de José Vicente Garcés Navas, primer gerente general del ICT, en uno de los innumerables artículos que publicó promocionando la labor del instituto. Véase Garcés Navas, “Campaña por el mejoramiento de la vivienda rural”.

[2] Este artículo recoge algunos de los argumentos centrales de mi tesis doctoral en historia, la cual sitúa la creación y los primeros años de operación del ICT en el contexto de las políticas de modernización desde la década de 1920 hasta El Bogotazo. Mis argumentos sobre la modernización se basan en la lectura del Archivo de la Presidencia de la República y otras fuentes publicadas, y sobre el ICT se fundamentan en de las actas de su Junta Directiva, fuente previamente desconocida en los análisis sobre el instituto. Véase Romero Sánchez, “Ruralizing Urbanization”.

[3] Gartner, Informe del Ministerio de la Economía Nacional, 1939, 12.

[4] Véase Romero Sánchez, “Ruralizing Urbanization,” 132-165. La consolidación de una “clase media rural” como ideal de la modernización en Colombia se presentaba como objetivo de ambos partidos, Liberal y Conservador, en sus programas políticos. Véase López, “Idearium liberal (1931)”, 215-224, sobre los idearios del Partido Liberal, y véase “Programa de Acción Social: posición del Partido Conservador con respecto a conflictos entre trabajo y capital”, 1346-1350, sobre el programa social del Partido Conservador.

[5] Durante la década de 1930, las conferencias internacionales de arquitectura y planeación y panamericanas de vivienda y arquitectura se convirtieron en un foro muy importante de discusión e intercambio de ideas. Los profesionales y empresarios colombianos, por supuesto, participaron en dichos foros e intercambios. El asunto de la vivienda rural, por ejemplo, fue discutido formalmente en el Primer Congreso Panamericano de la Vivienda Popular, el cual tuvo lugar en Buenos Aires, en 1939. El jefe de la delegación colombiana era Julio Lleras Acosta, gerente del Banco Central Hipotecario y miembro de la Junta Directiva del recién creado ICT. Representantes de Argentina, la Liga de las Naciones y Colombia evidenciaron cómo las políticas de vivienda rural eran centrales para el desarrollo económico y social nacional. República Argentina, Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto, Primer Congreso Panamericano de la Vivienda Popular, 41-50, 288-293, 576-577.

[6] Sobre la relación entre el campo y la ciudad en la evolución de las ideas sobre lo moderno durante el siglo XIX, véase Romero, Latinoamérica, las ciudades y las ideas, capítulo 3. La centralidad del campo en un proyecto moderno que en últimas privilegiaba a la ciudad como centro de la “civilización” explica, por ejemplo, la ambivalencia en el discurso de Domingo Sarmiento, uno de los exponentes más representativos de la noción decimonónica de que la civilidad era urbana, hacia el “barbarismo” idílico y místico del campo. Véase Sarmiento, Facundo.

[7] LeGrand, Frontier Expansion and Peasant Protest in Colombia, 14-17.

[8] Arango, Arquitectura de la primera modernidad en Bogotá, 12-23; Arango, Historia de la arquitectura en Colombia, 249-254; Niño Murcia, Arquitectura y Estado, capítulo 10; Niño, “Colombia”, en Bergdoll et al., Latin América in Construction: Architecture 1955-1980, 173-175. Carlos Niño, al analizar los proyectos arquitectónicos para escuelas rurales durante la República Liberal, aunque reconoce que los gobiernos Liberales buscaron la modernización del país, considera este proyecto mayormente fallido y a la arquitectura producida como una manifestación de una “primera modernidad”. Véase Niño Murcia, “Política y arquitectura”.

[9] Saldarriaga et al., Estado ciudad y vivienda, 35-38. Los recuentos históricos publicados por el mismo ICT refuerzan la idea de que la campaña de vivienda campesina fue corta y no tuvo mayor impacto en la historia de las políticas de vivienda en el país. Véase, por ejemplo: Instituto de Crédito Territorial, Una política de vivienda para Colombia; Instituto de Crédito Territorial, Apuntes sobre el desarrollo urbano; Inurbe e Instituto de Crédito Territorial, Medio siglo de vivienda social en Colombia, 1939-1989.

[10] Sobre el programa de Cultura Aldeana, véase Silva, República Liberal, intelectuales y cultura popular, capítulo 3. Restrepo Álvarez provenía de una familia vinculada al sector de la construcción y al desarrollo urbano de Medellín y, por lo tanto, muy conectado con las élites modernizadoras de Antioquia y de Colombia. Su hermano Antonio ocupó cargos en la administración municipal y lideró la construcción de varios edificios públicos en la ciudad. Véase Cámara de Comercio de Medellín. 100 empresarios: Historias de vida.

[11] Restrepo Álvarez, Arquitectura aldeana y rural.

[12] Alfredo García Cadena, gerente del Banco Agrícola Hipotecario, encargado de la parcelación y distribución de tierras, defendía la construcción de vivienda rural, enfatizando la importancia de ofrecerles a los campesinos la oportunidad de gozar de una “casa bonita, saludable e higiénica”, en el contexto de las controversiales parcelaciones desarrolladas por el Banco. Véase Banco Agrícola Hipotecario, La parcelación de tierras en Colombia.

[13] La historiografía sobre las políticas de higiene, salud pública y renovación urbana en varias ciudades latinoamericanas ha mostrado cómo la higiene justificaba la intervención del Estado en los espacios privados de los sectores populares. Véase, por ejemplo: Meade, “Civilizing Rio”: Reform and Resistance; Bliss, Compromise Positions; Armus, The Ailing City. Sobre el caso de Bogotá y las políticas higienistas de prevenir el consumo de chicha, véase Calvo Isaza y Granados, La ciudad en cuarentena.

[14] Sobre la historia de la Colonia Agrícola del Sumapaz, véase: González Arias y Marulanda, Historias de frontera.

[15] La literatura sobre el conflicto agrario en los años treinta es extensa. Véase, por ejemplo: Sánchez, Las ligas campesinas en Colombia; LeGrand, Frontier Expansion; Marulanda, Colonización y conflicto, y Londoño Botero, Juan de la Cruz Varela.

[16] Véase Howard, Garden Cities of To-Morrow.

[17] Ibid., capítulo 2.

[18] Sobre la influencia del movimiento de la ciudad jardín en las discusiones sobre planeación en Europa, véase: Buder, Visionaries and Planner. Entre las políticas de colonización y de mejoramiento de la vida rural en Europa, basadas en programas de vivienda y planeamiento, se encontraban: distribución de tierras (Polonia y Yugoeslavia), repoblamiento y creación de comunidades (Holanda y Suecia), mejoramiento de las condiciones de vivienda rural (Bélgica, Reino Unido, Francia y Holanda) y financiamiento de cooperativas (Alemania). Véase League of Nations, European Conference on Rural Life 1939.

[19] Lleras Restrepo, Reseña histórica del Instituto de Crédito Territorial, 8 y 9.

[20] Los argumentos de esta sección los desarrollé con más detalle en Romero Sánchez, “Ruralizing Urbanization”, 226-255, basándome en las actas de la Junta Directiva del ICT.

[21] Ibid., 250-252.

[22] Ibid., 245; Vargas Rubiano y Vargas Caicedo, “El terraconcreto en Colombia”, 120-124.

[23] Sobre las tecnologías de estandarización y prefabricación utilizadas en los proyectos urbanos del ICT a partir de finales de los años cuarenta, véase: Sánchez Holguín, “Colombia´s History of Modern Architecure”, 114-123.

[24] Wills Ferro y Maldonado, Cartilla de construcciones rurales. Sobre la cartilla, véase Ramírez Nieto, “El Instituto de Crédito Territorial”. Carlos Niño, con razón, sostiene que los diseños rurales de arquitectos como Restrepo Álvarez imponían en las sociedades rurales tipologías urbanas al incluir comedores y salas, por ejemplo, dado que para muchas comunidades campesinas la vida social sucedía al aire libre, no en las casas. Véase Niño, Arquitectura y Estado, 216. Sin embargo, es importante anotar que la experimentación del ICT con la vivienda rural no solo condujo a que los arquitectos reconceptualizaran los principios rectores de la construcción de vivienda, sino que creó la necesidad de que se vincularan expertos en asuntos sociales para que las propuestas técnicas fueran coherentes con las necesidades y costumbres de los beneficiarios. Este fue un aprendizaje que ocurrió durante el proceso de construcción de vivienda rural.

[25] Proa 6 (enero de 1947), 29.